Tenedor del hereje, cilindro metálico con dos picos a cada lado, atado a una banda de cuero que rodeaba el cuello para evitar que se moviera. La parte superior se colocaba bajo la barbilla, mientras que el otro extremo descansaba en el esternón, manteniendo así la cabeza del atormentado alzada todo el tiempo. Para asegurar que la tortura fuera efectiva, al torturado se le impedía acostarse, ya sea sujetándolo al techo o a la pared.